Durante las crisis también pueden aparecer síntomas como sudoración, temblor, falta de aliento, palpitaciones, taquicardia, opresión o malestar torácico, sensación de atragantamiento o asfixia, mareo, nauseas, sensación de entumecimiento u hormigueo y miedo a volverse loco o a perder el control.
Los síntomas antedichos pueden ir acompañados o no de Agorafobia, que es la aparición de ansiedad en lugares o situaciones donde escapar puede resultar difícil o puede no disponerse de ayuda. Por ejemplo estar solo fuera de casa, mezclarse con la gente, hacer cola, pasar por un puente, viajar en autobús, tren, automóvil o avión.
Una sola crisis de angustia no hace diagnóstico, pero la presencia de varias de éstas de forma inesperada se puede considerar un Trastorno de Angustia si cumple con los siguientes criterios:
- Las crisis de angustia son inesperadas y recidivantes
- Al menos una de las crisis se ha seguido durante un mes o más de uno o más de los siguientes síntomas:
- Inquietud persistente ante la posibilidad de tener más crisis
- Preocupación por las posibles implicaciones o consecuencias de las crisis (ej. Perder el control, volverse loco, tener un infarto, tener un accidente cerebrovascular)
- Cambio significativo del comportamiento relacionado con la crisis
Debe descartarse un trastorno de ansiedad debido a enfermedad médica como son el hipertiroidismo, hiperparatiroidismo, feocromocitoma, trastornos del sistema vestibular, epilepsia, asma, enfermedad obstructiva crónica y enfermedades cardiacas como arritmias, taquicardia supraventricular, prolapso mitral.
También debe descartarse un trastorno de ansiedad inducido por sustancias como cocaína, anfetaminas, cafeína, cannabis y el abandono del consumo de depresores del sistema nervioso central como alcohol y barbitúricos.
Además debe descartarse la presencia de otro trastorno mental que explique con mayor claridad los síntomas como la fobia social (las crisis aparecen ante situaciones sociales temidas), fobias específicas (altura, arañas, insectos, objetos cortantes o punzantes, etc.), trastorno obsesivo-compulsivo (exponerse a algo sucio cuando la obsesión es sobre contaminación), trastorno por estrés postraumático (en respuesta a estímulos altamente estresantes ya vividos) o trastorno por ansiedad de separación (estar lejos de su hogar o de sus seres queridos.
Causas y consecuencias
Los parientes en primer grado de las personas con trastorno de angustia tienen hasta ocho veces más la posibilidad de presentar este trastorno. Si la edad de inicio es anterior a los veinte años, se ha observado que los familiares de primer grado presentan hasta 20 veces más posibilidades de padecerla. Los estudios con gemelos indican una influencia genética en la aparición del trastorno de angustia.
Sin embargo de este importante factor genético, es posible de que ciertos factores de aprendizaje en la infancia puedan influir como son el ver como catástrofes insoportables o la presencia de los síntomas físicos antes mencionados.
El terror a tener más crisis o la preocupación por sus consecuencias llevan a muchos pacientes a usar excesivamente las atenciones médicas en búsqueda de una causa física, a faltar a sus trabajos o estudios, a disminuir su calidad de vida y su producción estudiantil o laboral. Hemos visto pacientes que se encierran en sus casas para no vivir las crisis en sus lugares de trabajo.
Control de la enfermedad y recomendaciones preventivas
La psicoterapia cognitiva comportamental dirigida a buscar las evidencias que le demuestren al paciente lo exagerado de sus interpretaciones frente a los posibles peligros y el tomar con mayor calma las propias reacciones fisiológicas, suele ayudar mucho a sobrellevar las crisis y a controlarlas. La ayuda de los psicofármacos puede ser de utilidad en muchos casos.
Los problemas de salud mental son tan comunes como los de salud física, la visita a tiempo al psiquiatra para que pueda dar un diagnóstico y tratamiento psicoterapéutico o farmacológico adecuados suelen ser de trascendental importancia. De ser necesario él hará las interconsultas a otros especialistas de la medicina.
Un punto importante es la actitud de los padres y cuidadores frente a los síntomas que presenten sus hijos. Una actitud de catástrofe innecesaria puede fomentar la actitud de terror en los hijos que fomente una crisis de pánico. El guardar la calma al mismo tiempo que nos interesamos por sus molestias y les buscamos soluciones adecuadas como la consulta médica puede prevenir un mal mayor.